Reine, Islas Lofoten, Noruega. Junio, 2014.
Existen los límites. Cruzas un río, un
valle, o simplemente la nada, y las gentes hablan otra lengua. Hay un punto a
partir del cual un rey no reina ya. El aire que respiras es el mismo, y el cielo
apenas ha cambiado. Sin embargo has traspasado una marca de tinta de tu mapa. A
esto le llamamos frontera, y a veces es un mero artificio, y otras una puerta
tras la que el camino sigue y el mundo se ensancha. Los límites existen, en un
universo aparentemente ilimitado. Algunos, sospecho, sólo se cruzan
verdaderamente una vez, la primera. Quiero imaginar que así sucede el día en
que alguien encuentra ante sí el desierto, o la selva amazónica, o la visión
del Himalaya todavía lejano. El Círculo Polar Ártico es otro límite, otra
frontera, en este caso imperceptible, un pórtico a un tiempo de infinita luz o
de infinita noche, una línea que atraviesas sin saberlo, unos labios que te
besan mientras duermes.
(Diarios de viaje. Juan J. Vicedo)