bienvenido a la última puerta, más allá solo hay silencio

miércoles, 20 de junio de 2018

Hogueras


En plena efervescencia adolescente escribí un poema una noche de Hogueras, en algún papel, en algún lugar. Se perdió como tantos otros pero recuerdo un verso -sólo ése- en el que, nadie me pregunte por qué (eso precisamente es la poesía) veía la ciudad en fiestas como una inmensa vaca coloreada. 

Hace ya mucho, casi desde que dejé ese estado exultante que es la adolescencia, la fiesta de Hogueras me produce más fastidio que otra cosa con su ocupación ilimitada de las calles que no resistiría la prueba del algodón del imperativo categórico kantiano. Pero sin embargo algo queda, tal vez esa imagen falseada por la nostalgia de esos mitificados años setenta en que fuimos jóvenes contra todo y a favor de todo y creímos que formábamos parte de un cambio, el cambio.

Por eso cuando llega la plantà huyo lo más lejos que puedo, pero en la huida miro atrás siempre, y antes de convertirme en sal marina y algas veo noches estrelladas, oigo a Cotó-en-Pel y a Costa Blanca en el Barrio, fumo y bebo y corro la traca con Antonio Soria y Fernando Arenas, veo a su hermano Javier con la badana al cuello, saludándonos justo antes del fogonazo de la palmera. Todos tenemos veinte años todavía y, por un momento, veo la vaca coloreada.