bienvenido a la última puerta, más allá solo hay silencio

miércoles, 13 de febrero de 2019

¿Quién salvó a Wilko Johnson?

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 https://www.youtube.com/watch?v=CwLh02rSUn0&feature=youtu.be

A veces tengo un mal día. Sí, no importa cuánto relativices los pesares y las dificultades, cuánto hayas asumido que el contento interior te puede hacer invulnerable: a veces tienes un mal día. Cuando eso sucede saco un disco de su funda (suele ser "Hard Rain") y me digo: Dylan siempre me salva. Esto no tiene mucho sentido, sabiendo como sabemos que el de Minnesota piensa en él y no en nosotros cuando escribe sus canciones. Pero me consta que en las turbulencias no soy el único que se aferra a ellas. 

O no solo a esas. Tengo dos libros sobre mi mesa estos días. Uno tiene un título tan dramático como entrañable ("No olvides las canciones que te salvaron la vida"); y  el otro ("1.050 discos cardinales") lo firma alguien que afirma que la música - comprarla y escucharla - le salvó la vida. ¿Es realmente salvífica la música? ¿O somos nosotros, los que nos zambullimos en ella, los que con ese acto ritual nos salvamos a nosotros mismos?

En esas cuestiones andaba yo, cuando cogí un tren a Madrid para ir a ver a Wilko Johnson. La historia es conocida: hace seis años los médicos lo desahuciaron, y él se fue de gira, la que iba a ser la última. Le habían dado diez meses de vida y cuando terminaron los conciertos ya habían pasado once, así que pensó que todavía podía grabar un disco de despedida. Lo hizo y solo después entró en el hospital. ¿Le salvaron los cirujanos en esa descomunal intervención que se alargó once horas? ¿Se había salvado ya previamente él al preferir la música a la quimioterapia? ¿Le salvó la música, la energía misteriosa que emanaba de esas canciones?