bienvenido a la última puerta, más allá solo hay silencio

domingo, 26 de abril de 2020

Imagina un mundo sin miedo

A veces en este confinamiento encuentro trozos del pasado reciente, y los acaricio como algo lejano, hallazgos arqueológicos. El ticket del supermercado del día 9 de marzo, viandas para una cena en casa con amigos que no llegó a celebrarse. El del día 12, nuestra compra semanal, que es decir también la última vez que estuvimos juntos en las calles. 

Yendo algo más atrás encuentro un corte de video, un concierto tras el que ya no hubo otro, un encuentro misterioso con Ken Stringfellow. Esa noche estábamos cenando en el Bar Guillermo y él también, en la mesa de al lado. Los bares, ay, los bares. Fue el lunes 10 de febrero y (tengo que pensarlo para estar seguro) vivíamos felices y despreocupados. Wuhan era solo un sitio remoto del que nunca antes habíamos oído hablar y "virus" una palabra que combatíamos cada año con un paracetamol o un chato de vino.

Escucho las palabras premonitorias de Stringfellow aquella noche y me estremezco. Probablemente lo peor que nos puede suceder es el miedo global, dijo, ¿qué pasaría si el planeta entero tuviera miedo? Entonces no lo imaginábamos. Solo han pasado dos meses y ya lo sabemos.

Ken Stringfellow, Alicante, 10 febrero, 2020.
Si no puedes ver el video pincha el enlace https://youtu.be/Nj1GcLJu0j0



miércoles, 8 de abril de 2020

"Héroes"



La cajera del supermercado dio preferencia en la cola al muchacho vestido con un traje naranja, una deferencia con un héroe. Ella, la cajera, también lo es. Una mujer protestó, venía de una intensa mañana en la UCI, dijo. Esa mujer también es una heroína. La farmacéutica del barrio no dijo nada y esperó su turno. No está segura de ser una heroína, aunque todas las tardes su jefe la hace salir a las ocho a recibir el aplauso de los balcones. Ayer en un informativo sumaron a los basureros a la lista de héroes.

En la Mitología de Humbert, que mi abuelo Ismael compró en la Librería Pueyo de la calle Arenal en 1928, la categoría de héroe se reservaba para personajes como Hércules. Hoy no es necesario llevar a cabo proezas míticas. Ni siquiera acciones de excepcional valentía. Basta con cumplir con tu trabajo, exponerte al riesgo de esta pandemia sin saber qué naipe te ha reservado el azar: la inmunidad, la enfermedad o la muerte. Las motivaciones no cuentan, hay que hacerlo, sea por vocación, sea porque la alternativa es el desempleo.

Otros estamos confinados en nuestras casas y desde hace semanas la vida sigue igual, aunque menos igual que antes. Gracias a esas gentes sobrevivimos, podemos hacer la compra, retirar nuestras medicinas, tener la esperanza de que si la fiebre hace presa en nosotros alguien nos atenderá. Ellos nos hacen la vida soportable en el encierro porque son nuestros semejantes. No son héroes. Esta sociedad, que ha sustituido los personajes habituales del cine por superhéroes de ficción, necesita héroes para poder imaginar que la vida es una película.

David Bowie entrecomilló el título de su canción más conocida, aunque muchos no se hayan dado cuenta. Ese mismo año The Stranglers asaltaron las listas con su sencillo "No More Heroes". Si no nos damos cuenta de que el valor de las personas está encerrado en ellas mismas y no en palabras desgastadas inútilmente, tal vez sobrevivamos al virus pero no a nuestra propia inmadurez.