bienvenido a la última puerta, más allá solo hay silencio

sábado, 30 de enero de 2021

¿Habéis bailado alguna vez esta canción?

Gabi murió hace ya tiempo. De los demás, de Bruno, César, Pepe y Pedro, no sé casi nada. De algunos, nada. Teníamos quince años, una edad en la que el horizonte siempre es azul y despejado, aunque solo hasta ciertas horas: por la noche había que volver a casa, aunque la ciudad entera estuviera en fiestas. Quince años, entonces, significaba estar todavía a seis de distancia de la mayoría de edad, pero el curso había acabado y teníamos todo el día libre. No sé cómo ni por qué pero aquella tarde de Hogueras la pasamos en una cochera vacía de alguna calle que no recuerdo en el barrio de El Pla, la persiana a medio bajar, las bombillas a medio encender. Había chicas, aunque no sé sus nombres, creo que nunca las volví a ver. Esas muchachas vestidas de verano eran quienes daban su verdadero sentido a la tarde. Sin su presencia nada hubiera sido igual, no podría haberlo sido. Solo porque ellas estaban con nosotros la oscuridad temblaba, levemente intuíamos posibilidades apenas imaginadas. La tibia atmósfera de aquel encierro voluntario tenía el aroma de la libertad. Oíamos las voces del exterior, algún que otro petardo, los coches que de vez en cuando pasaban por la calle estrecha y poco transitada, y sobre todo nuestra música, la que nos hacía sentir protagonistas de algo todavía por definir. 

La música y el humo del tabaco negro lo envolvían todo y las bebidas que preparábamos como alquimistas tenían nombres, vaca verde o lumumba, que nos evocaban elixires clandestinos. Habíamos llevado un tocadiscos, unos bafles, y un puñado de elepés, los que nos gustaban. Era el verano de "I love to love" y de "Sabato Pomeriggio", de canciones con las que habríamos podido bailar, pero no las teníamos, y en el garaje, mientras estábamos inmersos en un ritual tan trivial como fascinante, sonaban Grand Funk, Lou Reed, y también Billy Cobham, su disco "Spectrum": a todos nos gustaba mucho "Red Baron". Con las primeras notas de "Europa", de Santana, alguien tomó por la cintura a una de las chicas. Era la señal, pero no podía durar mucho, la canción se iba por otros derroteros en menos de tres minutos. Bailar pegados no era así, y Sergio Dalma ni siquiera existía. Creo que fue Gabi quien tuvo la intuición: había una canción en uno de aquellos discos, lenta en su cadencia, oscura en su caricia, perversa en su delicioso dejarse ir. Una canción que no debía haber estado en ese disco, pero acabó en él porque la censura del régimen eliminó otra, "Heroin". Era lo que necesitábamos. Esa tarde sonó varias veces y con cada una de ellas se formaron parejas que se deshicieron al terminar, conexiones furtivas y efímeras de su melodía cómplice. Lou y sus amigos paseaban por el lado salvaje mientras nosotros entrábamos por la gloriosa puerta de la adolescencia.

Unas horas después bajamos hasta la playa. Hoy vislumbro desde otro siglo el rostro de la chica cuyo nombre borró el tiempo, su camiseta a rayas azules y blancas, su cabello ondeando en la noche, rescato la fragancia de su colonia. Por la megafonía de los autos de choque de El Cocó se oía, entonces sí, a Tina Charles. 

martes, 12 de enero de 2021

Yo que creí que la luz era mía

 


... y yo que quería hablar de la luz y no de la sombra. El paso de un año infausto a otro incierto ha dejado a dos personas amigas a merced de lo desconocido. El virus. El cáncer. Demasiada oscuridad para empezar enero. En nuestra casa hay dos luces encendidas, por él, por ella. Hasta que vuelvan con sus familias, hasta que volvamos a encontrarnos. Porque ya lo escribió el poeta que creía que la luz era suya: siempre hay un rayo de sol que deja la sombra vencida.