bienvenido a la última puerta, más allá solo hay silencio

domingo, 7 de julio de 2019

Adiós, vieja amiga

Ayer me despedí de ella. Durante siete años y medio compartimos techo, lumbre, rutinas. Todas las mañanas, a las ocho, la despertaba. Después, durante los cuatro años siguientes no dejamos de compartir paseos, juegos, confidencias. Había pasado dos noches angustiosas, no podía respirar y no era por la calima y la densa humedad nocturna de esta semana. Tenía metástasis pulmonar. Ayer, como tantos días, crucé la calle hasta mi antigua casa, desayunamos juntos, jugamos un rato: la engañosa brisa de la mañana hacía que pareciera un día normal. Pero no lo era. A las diez y media una inyección la durmió lentamente, en pocos minutos cesó el latido. No habíamos cedido a la tentación comprensible de pensar que esos juegos de una hora antes obligaban a prolongar las horas de sufrimiento que se avecinaban. Era mejor así, dolorosamente mejor.

Afortunadamente Hipócrates no era veterinario, y no existe un juramento que justifique lo injustificable. Afortunadamente Dios está hecho a imagen y semejanza nuestra, y no existe una doctrina que dictamine sobre el momento de la vida y de la muerte si no es la de un miembro de nuestra especie. Brahma no lo era. Era solo una perra. Afortunadamente. Pero si realmente Dios existe, preferiría que hubiera sido creado a imagen y semejanza de los perros. Me daría mucha tranquilidad saberlo.


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