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viernes, 1 de abril de 2022

A veces quemo libros (Motomami)

A veces quemo libros. Empecé hace algo más de una década, para hacer sitio en mi biblioteca. Libros de páginas amarillentas, difícilmente legibles. Ardían bien en la chimenea. Mi amigo Javier Arenas, psicoanalista translacaniano, se escandalizó al saber que había dado al fuego la autobiografía de Freud y los tres volúmenes de "La interpretación de los sueños". Sin darme cuenta le cogí gusto, y saqué de un arcón libros arrumbados que en su día no había acabado de leer. Cuando era joven me aferraba a los libros hasta el final, convencido de que en cualquiera de ellos hay una frase que merece ser salvada. El primero del que renuncié a encontrarla fue "Auto de fe" de Canetti, quizá lo empecé esperando algo distinto y acabé desentendiéndome. Me pareció justo que precisamente ese libro fuera el primero en alimentar el fuego. Otro amigo me dijo que solo los nazis quemaban libros, pero no me sentí mal. 

En ocasiones aún quemo libros. Ya no tengo los que el tiempo degradó ni aquellos viejos cuya lectura abandoné. Ahora quemo errores, libros que compro y que me defraudan. No son muchos, porque sigo encontrando en cada libro una justificación de existir. Incluso los que quemo la tienen, pero no para mí. El último que entregué al rito purificador hablaba mucho de su autor y bastante poco de quien se suponía que era el protagonista. Antes que este quemé uno en el que la expresión "la ciudad portuaria de Duluth" aparecía demasiadas veces en las cien primeras páginas. Quizá soy muy exigente, pero cada uno tiene sus gustos y también sus manías, y en invierno hace frío. 

Los discos son libros que no arden, que no tienen la oportunidad de redimirse en la hoguera. Por eso soy muy cuidadoso al elegirlos. Por eso no me imagino comprando un disco que combine el trap, el reguetón, la cumbia y eso que ahora llaman R&B. No me seduce ninguna de esas músicas, ni la fusión entre flamenco y música electrónica. No lo escucharía, me ocuparía un sitio que empieza a escasear en casa y nunca saldría de su funda. Puede ser un gran disco o no serlo, eso me da igual. Se trata de una simple cuestión de gustos. Todo se reduce a eso. Los libros, los discos, el fuego.


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