bienvenido a la última puerta, más allá solo hay silencio

lunes, 23 de mayo de 2022

Fin de curso

Hace ya catorce años que volví a la Universidad, un cuarto de siglo después de haberme ido. Los universitarios salpicaban las cespederas de una ciudad en miniatura, y en un rincón del inmenso parque encontré los viejos barracones militares donde nosotros subrayábamos el Kunkel y el Castán, pero el resto de edificios eran nuevos, muy nuevos. Incluso el viejo aeroclub, donde pasábamos la hora de historia del derecho entre cafés, copas de magno y partidas de flipper, estaba cambiado y no había ni rastro de la pista de aterrizaje. Si en aquellos felices años ochenta la conciencia de futuro había sido un lujo que no nos permitíamos, en este nuevo escenario la sola idea de futuro es un imposible, una herejía: no hay futuro cuando hay tanto presente. En lo académico, la Universidad se seguía y se sigue pareciendo a mi recuerdo: las mismas lecciones, los mismos modos de enseñar, la maquinaria puesta al servicio de la obtención de un título. Nada de eso cambiará, pero desde entonces cada fin de curso me digo que el regreso valió la pena: por intentar llevar la vida real a las aulas, por disfrutar de los días claros de una juventud que ya no es la mía. Por sentir, en cada curso que termina, que el mundo sigue imparable, que nuevos rostros y nuevas voces hacen diferente lo que es igual.

 


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