bienvenido a la última puerta, más allá solo hay silencio

domingo, 26 de junio de 2022

A las doce de la noche

 

Hace ya mucho tiempo que las fiestas de Hogueras no empiezan el día de San Luis, el del solsticio. Varios días antes la ciudad entera es un laberinto por el que resulta difícil moverse, incluso a pie, y el derecho a molestar hace del día un fastidio y de la noche un lugar inhóspito. El ruido se escucha a ocho kilómetros, un fragor de miles de músicas urbanas y centenares de miles de conversaciones a gritos que solo se detiene con la luz del alba. Entonces el ejército de orcos y uruk-hais que tu mente imaginaba se esconde otra vez en las minas de Moria. El olor de los orines agrieta el aire irrespirable, y las suelas de los zapatos se despegan con dificultad de las baldosas. Así es durante una semana, hasta que el fuego lo consume todo en la noche de San Juan, y nada ha sucedido realmente.

Es entonces cuando la belleza toma al asalto El Postiguet, a las doce de la noche, durante cinco días. Es un éxtasis de colores en el cielo, la quietud negra de las aguas, el trueno que despierta una reverencia telúrica en el espíritu. Es el deseo o su recuerdo, que desnuda al verano recién estrenado, la caricia de un cuerpo que está o estuvo a la distancia de un beso. En cada cohete que busca las alturas vuela un jirón de tu alma, en cada luz que brota del mar se bañan tus años, los que has vivido, los que todavía te quedan por vivir. Cada explosión en forma de palmera de luz es a la vez asombro infantil y memoria de lo desconocido, certeza y sensualidad. Después el silencio.

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