bienvenido a la última puerta, más allá solo hay silencio

sábado, 2 de diciembre de 2023

En la dudosa luz del día

 

Esta mañana, caminando sin prisa por el que fue mi barrio en otro siglo, se me ha aparecido como de la bruma o el sol, en la dudosa luz del día de la que escribieran Góngora y Cela, el colegio de mi niñez, el de las monjas de Campoamor. Lo recuerdo como algo de todos los días, antes de que se inventase el sábado tal como hoy lo conocemos: seis días ibas al colegio y el séptimo también, aunque en este caso solo para oír misa y jugar al balón. El aula de diario se me representa inmensa, la misma todos los años; allí empecé con los palotes y la caligrafía y terminé sabiendo que Dios prometió a Abraham descendencia tan numerosa como las estrellas. En aquel mundo de tijeras de punta redonda y tizas de colores aprendí, tras la ausencia de un alumno, que los niños pueden morir antes de tener tiempo de hacerse adultos. No me consoló demasiado que en el Cielo jugasen con los ángeles y comiesen arroz con gambas. Desde el aula contigua llegaban de tanto en tanto risas que reconocíamos diferentes, las de las niñas. Varias veces al día nos cruzábamos con ellas, sin mezclarnos. Jugaban en uno de los patios, en el que había canastas de baloncesto; nosotros en otro, con porterías de fútbol. Me parecían seres fascinantes, con sus faldas y su pelo largo, y esa risa fresca. Me queda ahora una sensación profunda de que aquellos años son mi primer universo coherente, algo que reconozco en sí mismo como un paisaje, unos habitantes, unas costumbres. Un mundo completo y cerrado.


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